sábado, 9 de enero de 2010

Formación - Serie: “Temas fundamentales”- Palabra de Dios – Fe ( I )


PRESENTACIÓNPara que la Palabra de Dios fructifique en nuestro interior es necesaria la Fe y esta, a su vez, ha de estar basada en una actitud de Infancia espiritual. Por ello recorreremos este camino en sentido inverso, si bien, no olvidando el fundamento expuesto en los dos capítulos anteriores.

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Empecemos re­cordando que Dios ha hablado a los hombres, pero nuestra actitud -terrible y fatal- es que no prestamos oídos a la Palabra de Dios, y si lo hacemos, habrá que aprender cómo la hemos de escuchar: “Abriendo nuestros oídos y prestando atención como un niño“. El niño, en su pequeñez, lo da todo y lo recibe todo. Está expectante, recibiendo lo que se le dice con verdadera y total atención, “como dependiendo” de lo que escucha. En esta transparencia radica la grandeza del Reino de los Cielos en nuestros corazones.
Dice Jesús: “Dejad que los niños se acerquen a mí, porque de los que son como ellos es el Reino de Dios.” (Mt 19,14). Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de Dios” (Mt 18,3). Es, pues, la actitud necesaria para que el Reino de Dios entre en nosotros, se desarrolle, viva y florezca, por la eficacia de su PALABRA.


LA INFANCIA ESPIRITUAL



EL “YO” COMO IMPEDIMENTOLo más opuesto al Reino de Dios en nosotros es el YO individual. (Ver capítulos 8, 15 y 23 Oct-09, en los que tratamos sobre “El ser humano”)Nuestra alma tiene unas capa­cidades inmensas, pero si cerramos su abertura con un tapón, es imposible llenarla. Lo importante es que el orificio del corazón permanezca siempre abierto a la Pala­bra de Dios. ¿Cómo lo cerramos? Sencillamente: por el orgullo... Es nuestro propio YO quien lo tapona herméticamente.
Muchas almas que externamente parecen una gran cosa, al tratarlas, su interior resuena igual que el de un recipiente vacío. ¿Por qué? Tienen un YO que cierra sus corazones y la Palabra de Dios no puede penetrar en ellas. Si se olvidasen de todo, haciéndose pequeñitos por el Reino de los Cielos -como nos enseñó Jesucristo-, ha­ciendo el sacrificio de orillar su orgullo, se abrirían; la Palabra de Dios penetraría y entonces se llenarían de Vida divina. Pero para eso hace falta verdadera humildad, que consiste en el vacío de sí que da la plenitud de Dios en el corazón y no otras cosas. En el inte­rior de aquella alma no encontraremos el YO, sino todo lo con­trario; experimentará lo que de sí mismo decía S. Pablo: “vivo yo, pero no yo, sino Cristo en mí”. (Gál 2, 19)Él llena un alma por entero, ocupa su vacío interior, rebosando incluso; pues quien está lleno de Dios habla de Dios, ya que de la abun­dancia del corazón habla la lengua. (Lc 6,45)María, la “llena de gracia”, era la llena de Dios, la humilde en persona, ejemplo viviente de infancia espiritual. La Palabra de Dios, desde el punto de vista de la infancia espiritual, nos hará comprender el sentido de dos bienaventuranzas del Sermón de la Montaña: “los pobres de espíritu” y “los limpios de corazón”. Los primeros porque de ellos es el Reino de los Cielos; los segundos porque verán a Dios.
¿Quién es el pobre de espíritu? Aquél que siente este vacío de sí mismo y sabe que en su interior está su nada o, en último término, la corrupción de su pecado. Sólo el pobre de espíritu es rico en el Reino de los Cielos.
En la infancia espiritual se requiere además cumplir con la otra bienaventuranza: el guardar la pureza de corazón para ver a Dios. Un corazón impuro no puede captar la luz que está en la Palabra de Dios. Las realidades de la Gracia le parecen confusas tinieblas. ¿Qué hemos de hacer pues? Purificar nuestro corazón, porque el pecado es muerte a la Vida.

CONCLUSIONES SOBRE LA INFANCIA ESPIRITUAL
- Sólo en la infancia espiritual se encuentra el gusto por las cosas de Dios.
- En el Evangelio leemos que se alegró el Señor con una verdadera alegría en el Espíritu Santo porque las maravillas del Reino de Dios, el Padre Celestial se había complacido en darlas a conocer, no a los orgullosos, sabios y poderosos del mundo, sino precisamente a los humildes y pequeños. (Mt 11,25)- San Pedro, que aprendió a ser humilde, nos da esta lección: “como niños pequeños de pecho, gustad la leche espiritual y pura de la Palabra de Dios”. (1ª Ped 2,2)- Debemos tomar la actitud humilde del que dijo: ”Habla Señor, que tu siervo escucha”. (1 Samuel 3,9)- Sin infancia espiritual no hay verdadero crecimiento en la Fe. Sólo la infancia espiritual conduce a la madurez de la fe.
VENTANA ABIERTAPAPA BENEDICTO XVIEn la Misa de Epifanía celebrada en la basílica de San Pedro, reafirmó la necesidad de una ciencia que no sea “autosuficiente”, abierta a ulteriores revelaciones y llamadas divinas. Como resumen de su discurso: “La realidad se alcanza a través de inteligencia y fe, ciencia y revelación”.
Serie: “Salmos extractados”
131 SALMO DE LA INFANCIA ESPIRITUAL
No está inflado mi corazón, ni he tomado un camino de grandezas.Guardo silenciosa mí alma como un niño destetado en el re­gazo materno.
Serie: “Flashes”
de los santos
Mi caminito es el camino de una infancia espiritual, el camino de la confianza y de la entrega absoluta. (Santa Teresa del Niño Jesús)Serie: “Enigmas bíblicos”
Respuesta al Nº 17
Dos veces hicieron uso del dinero contra Cristo: una a Judas, a quien dieron treinta monedas de plata, y otra a los guardianes del sepulcro. En la balanza de la estimación personal, en aquel tiempo, pesaba menos la vida de una persona que el honor y la reputación. De saberse la verdad de la resurrección el pueblo conocería las mentiras de los príncipes de los judíos y se hubiera resentido su fama y honra. A Judas le pagaban una vida corporal y a los centinelas un prestigio ante el pueblo.
Enigma Nº 18
¿Por qué maldijo Cristo a la higuera?. (Ref.- Mt 20,19)
Ref.- La Biblia. Mn. Eduardo Vivas Llorens. Enrique Roldán González. Guía Rápida Nº 10:”Palabra de Dios. Fe. Sagradas Escrituras”. (J L - Soldado del Reino de Dios-), Antonio López Herrera.

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