jueves, 27 de diciembre de 2012

Formación - “Temas varios”- La Resurrección (IX)




TRES SACRAMENTOS RELACIONADOS CON LA RESURRECCIÓN (final)
INTRODUCCIÓN
La enfermedad en la vida humana
La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más graves que aquejan la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia, sus límites y su finitud. La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios; pero, también, puede hacer a la persona más madura, ayu­darla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él.


UNCIÓN DE ENFERMOS
¿Qué es?
La Iglesia cree y confiesa que, entre los siete sacramentos, existe uno especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la UncÍón de los enfermos. Fue instituido por Cristo nuestro Señor como un sacramento del Nuevo Testamento. Jesús envía a los discípulos a ungir con óleo santo a los enfermos y curarles. -Mc 6, 7-13-. Ver, también, Santiago 5, 14-15.
En el transcurso de los siglos, la Unción de los enfermos fue conferida, cada vez más exclusivamente, a los que estaban a punto de morir. A causa de esto, había recibido el nombre de «Extremaun­ción». No obstante, posteriormente, se dispone que la Unción de los enfermos «no es un sacramento sólo para aquellos que están a punto de morir; por eso, se considera tiempo oportuno para recibirlo cuando el fiel empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o vejez».

Jesús envía a los discípulos a predicar y sanar

Necesidad de este sacramento
El cristiano que aspira a entrar en la Jerusalén Celeste y conocer al Esposo en la gloria del Padre, y participar en las bodas reales, ha de presentarse con el vestido blanco libre de toda mancha de culpas y faltas pasadas. Para ello el Esposo -Cristo misericordioso-, lo unge con óleo por manos de su sacerdote para purificarle con este rito sacramental que lava sus pecados con la Sangre del Cordero.
¿En qué consiste?
Como en todos los sacramentos, la Unción de los enfermos se celebra de forma litúrgica y comunitaria, teniendo lugar en familia, en el hospital o en la iglesia, para un solo enfermo o para un grupo de enfermos. Es muy conveniente que se celebre dentro de la Eucaristía, memorial de la Pascua del Señor, sacramento del paso de la muerte a la vida, de este mundo al Padre.
El sacramento se administra por los presbíteros de la Iglesia, a los gravemente enfermos, orando -con los fieles acompañantes- en la fe de la Iglesia y, luego, ungiéndolos en la frente y en las manos con óleo debidamente bendecido por el Obispo, y pronunciando una sola_vez estas palabras: «Por esta santa unción, y por su bondadosa misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que, libre de tus pecados, te conce­da la salvación y te conforte en tu enfermedad».


Aclaración
- Se unge el cuerpo del enfermo -su carne- no sólo para que recobre fuerzas y que su espíritu se eleve en esperanza aguardando la hora del Señor, sino que además, proféticamente, se refiere a la misma resurrección de la carne, para asemejarnos, a través de la muerte, con Jesucristo resucitado.
Advertencia
Si un enfermo que recibió la unción recupera la salud, puede, en caso de nueva enfermedad grave, recibir otra vez este sacramento.
Recomendación
Es frecuente que cuando se requiere la presencia del Sacerdote, éste se encuentre al enfermo sin conocimiento o recién muerto. Además la familia suele dejar al Sacerdote sólo con el enfermo. Por ello, los fieles deben animar a los enfermos y sus próximos a llamar al sacerdote para recibir este sacramento cuando aún hay consciencia. Es deber de los pastores instruir a los fieles sobre los beneficios de este sacramento.

¿Qué efectos puede producir en el que lo recibe?
-La gracia primera de este sacramento es de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de enfermedad grave o de fragilidad de la vejez. Esta gracia es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno, especialmente las de desaliento y angustia ante la muerte.

En numerosos pasajes del Evangelio vemos como Jesús curaba el cuerpo y también el alma. Cristo vino a curar al hombre entero. Este es uno de los efectos de este Sacramento, pues con esta asistencia el Señor -por la fuerza de su Espíritu-, quiere conducir al enfermo a la curación del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios. Además, «si hubiera cometido pecados, le serán perdonados».
El sacramento de la unción de los enfermos, “unge” precisamente el cuerpo y entre los efectos del mismo purifica, contribuyendo así a ser señal de esta futura resurrección de la carne.
Sobre cómo influye la actitud del enfermo
La enfermedad es un hecho incontrovertible, pero hay una gran diferencia entre el enfermo que tiene o no fe. Si no la tiene, el enfermo se sumerge en un mundo interior de angustia quedándose sin horizonte, cayendo en la depresión, perdiendo la moral. El que tiene fe, saca recursos de su corazón que le elevan. Quien tiene fe encuentra en Jesucristo crucificado un motivo de unir su dolor al de la pasión, con esperanza de resurrección; así, el sufrimiento       -secuela del pecado original-, recibe un sentido nuevo: viene a ser participación en la obra salvífica de Jesús.
¿Cómo se cumple en este sacramento el ciclo de analogía con la resurrección: Vida. Muerte. Nueva vida?
1.-El enfermo, con independencia de su estado de gravedad, no deja de ser una persona viva. 2.-Por otra parte, toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte. 3.-Por último, este sacramento adquiere el sentido de ser signo profético de la resurrección gloriosa. Predispone, a la resurrección: la nueva y definitiva vida.

Serie: “Salmos extractados”
71  SALMO DEL ANCIANO
Tú eres mi esperanza, Se­ñor; en ti tengo mi apoyo desde el seno de mi madre y mi con­fianza  desde  la  juventud.  No  me  abandones  cuando  decaiga mi vigor y a la hora de la vejez no me rechaces.

Ref.- La Biblia. Catecismo de la Iglesia Católica. Mn. Eduardo Vivas Llorens. J L, Soldado del reino de Dios













martes, 27 de noviembre de 2012

Formación - “Temas varios”- La Resurrección (VIII)


TRES SACRAMENTOS RELACIONADOS CON LA RESURRECCIÓN (continuación)
Nos referimos aquí a un sacramento principal en el que se dan claramente las constantes que forman el ciclo de la resurrección: Vida, Muerte y Nueva vida. Lo hacemos someramente, porque el desarrollo completo puede verse en el recomendado “Catecismo de la Iglesia Católica”.
LA EUCARISTÍA
A este sacramento se le llama SANTÍSIMO SACRAMENTO porque, si bien todos son santos y todos dan la divina gracia, en éste es el Autor de la divina gracia quien se otorga, quien se da personalmente.
¿Qué es?
El pan de Dios que baja del cielo y da la vida al mundo. “Yo soy” el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre. –Jn 6, 33-.


Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron; este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.- Jn 6, 48-50-
Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne entregada por la vida del mundo. -Jn 6, 51-.
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.       -Jn 6, 54-.
Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él. -Jn 6, 55-56-
Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí. –Jn 6, 57-
No dejar de ver el “Flash” del final de este capítulo
¿Cómo nos llega a nosotros?
-La instituye Jesús en la Cena pascual, reunido con sus discípulos. -Lc 22, 14-20-


Después de pronunciar la acción de gracias, partió el pan y se lo dio diciendo:”Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo, que será entregado por vosotros”. “Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía”.
-Se vuelve a realizar cada vez que los presbíteros, válidamente ordenados, presiden la Eucaristía consagrando el pan y el vino; para ello, el Sacerdote pide al Padre que el Espíritu Santo santifique esas ofrendas, a fin de que sean Cuerpo y Sangre de Jesucristo, y así celebremos el gran misterio que nos dejó como alianza eterna.

  ¿Cómo se cumple en este sacramento el ciclo de analogía con la resurrección?
Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo y vino de vid. El trigo estuvo vivo en la espiga, y la uva en la cepa. El trigo murió al pasar a ser harina, y la uva al hacerse vino. Pues estas materias, que tuvieron su propia vida pero que han muerto, son las que transforma el Señor en una nueva vida: su propio Cuerpo y su Sangre. El proceso de transformación se ha cumplido: Vida, muerte y nueva Vida, que en este caso, por ser el Señor, transmite a los hombres haciéndonos vivir su propia Vida.


¿Qué aporta al que la recibe?
Como resumen: La Eucaristía comunica a los fieles la vida que el Hijo recibe del Padre
Sugerencia
Leer el capítulo 6º del Evangelio de san Juan
Serie: “Salmos extractados”
65  SALMO EUCARISTICO
Dichoso tu favorecido, tu agraciado que habita en tus atrios. Hartémonos de los bienes de tu Casa, de las cosas santas de tu Templo.
Serie: “Flashes”
Al contrario del alimento común, que es asimilado por el organismo humano, en la Eucaristía es Cristo quien asume al que lo recibe, por lo que nuestra participación en la Eucaristía nos da ya un anticipo de la transfiguración final de nuestro cuerpo por Cristo.

Ref.- La Biblia. Catecismo de la Iglesia Católica. Mn. Eduardo Vivas Llorens. J L, Soldado del reino de Dios





martes, 30 de octubre de 2012

Formación - “Temas varios”- La Resurrección (VII)




TRES SACRAMENTOS RELACIONADOS CON LA RESURRECCIÓN
Introducción
Terminamos el Tema de “La Resurrección”, haciéndolo con unas breves referencias a tres Sacramentos cuyos contenidos están directamente relacionados con el mismo. No publicamos el desarrollo completo de esos sacramentos por considerar que ello puede encontrarse en otros tipos de publicaciones, como ejemplo: en el aconsejado “Catecismo de la Iglesia Católica”.  
¿Por qué estos tres sacramentos?
Porque claramente se dan en ellos las constantes que forman el ciclo de la resurrección: Vida, Muerte y Nueva vida.
BAUTISMO
Razón de ser de este Sacramento
Al enviar Dios Padre a su Hijo -el Verbo hecho Hombre, aquí a la tierra-, quiso constituirnos también a nosotros en hijos suyos -Jn 3, 16-17-. Y para hacernos hijos, evidentemente tenía que darnos su propia vida, la vida interna que brota del Padre.
Pero esta participación en la vida divina no nace “de la sangre, ni del deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios” -Jn 1, 13-, así mismo: “Es necesario nacer de lo alto -nacer de Dios-, para hacerse hijos de Dios” -Jn 1, 12; Ga 3, 26-. Es decir: hay que nacer de nuevo -Jn 3,3-.
El Señor mismo afirma que el Bautismo es necesario para la salvación -Jn 3, 5-.
Así se lo que explica Jesús a Nicodemo,hablándole del nacer del agua y del Espíritu –Jn 3,7-8-.

¿Por qué se bautiza con agua?
Desde el origen del mundo, el agua, es la fuente de la vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura -Gn 1, 2-, dice que el Espíritu de Dios “se cernía” sobre ella. Esta significación es la que vemos utilizó nuestro Señor Jesucristo, dando valor al Bautismo.
¿Qué ocurre en el que se bautiza?
Surge una nueva vida, pero no orgánica, biológica, -ésta ya la recibimos de nuestros padres-, sino vida sobrenatural. ¿Cómo ocurre?
Así como en la vida natural se procede de padre y madre, y ambos juntos reproducen un hijo, de modo semejante un hijo de Dios nace del agua -elemento natural- y del Espíritu Santo, en el cual hay la vitalidad interna de la Santísima Trinidad. Aún más claro: El agua -elemento femenino-, penetrada del Espíritu Santo -elemento masculino fecundante-, produce en nosotros una nueva vida; que no es carnal, sino espiritual. Así es como, por el Bautismo,        -primera infusión en nosotros de la vida divina- nacemos como hijos de Dios.
“El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados -incluido el pecado original-, hace también del neófito una nueva creación -2 Co 5, 17-, un hijo adoptivo de Dios -Gal 4, 5-7-, que ha sido hecho partícipe de la naturaleza divina -2 Pd 1, 4-, miembro de Cristo -1Co 6, 15;    12, 27-, coheredero con Él -Rm 8, 17- y templo del Espíritu Santo -1Co 6, 19-”.
El Bautismo incorpora a la Iglesia, con lo que se puede recibir los sacramentos, ser alimentado con la palabra de Dios y ser sostenido por los otros auxilios espirituales de la Iglesia.
San Pedro declara a la multitud: “Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” -Hch 2, 38-
Y san Pablo, sabiendo que el Bautismo, además de quitar el pecado y darnos el don del Espíritu Santo, es también el tipo y expresión de la Pasión de Cristo añade: ¿No sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo, hemos sido bautizados en su muerte? Pues hemos sido sepultados en la muerte con Él, por medio del Bautismo. Por eso insistía clamando: “Si hemos sido hechos participantes por semejanza de su muerte, también lo seremos de su resurrección”. –Rm 6, 3-5-



Proceso
“introducir dentro del agua”, simboliza el acto de sepultar en la muerte de Cristo al catecúmeno -muriendo al pecado-, de donde sale -una nueva criatura- formando parte, en Cristo Jesús, de la nueva creación. -2 Co 5, 17; Gal 6, 15-.
De esta forma se produce la siguiente transformación: desde aparecer en este mundo como “criatura” de Dios, a ser “hijo” de Dios, quedando marcado por un sello ya indeleble            de su pertenencia a Cristo, -carácter- que permanece en su interior con independencia de la vida futura que lleve.
Sobre la Fe y el Bautismo
El Bautismo es el sacramento de la fe. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que está llamado a desarrollarse en la fe de la Iglesia.
La primera disposición de un alma frente a la Revelación que se le hace del plan divino de nuestra adopción en Jesucristo es la fe.
Pero la fe sola no basta, Cristo añade -como condición de incorporación a su Reino-, la recepción del Bautismo: “El que creyere y se bautizase se salvará” -Mc 16, 16- . Estas aguas santifican; dice Jesús: El agua que yo le dé, se convertirá en él en fuente  de agua que brota para la vida eterna -Jn 4, 10-14-. Este sacramento, pues, es la condición de nuestra incorporación a Cristo.
Serie: “Salmos extractados”
68 SALMO DE LA ESPERANZA
Dios es el Padre de los huérfanos y el amparo de las viudas y el socorro del necesitado. Cuando saliste al frente de tu pueblo la tierra tembló y los cielos se derretían.
Serie: “Flashes”
Antes de que llegara Jesús, Juan predicó a todo Israel un bautismo de conversión.

Ref.- La Biblia. Catecismo de la Iglesia Católica. Mn. Eduardo Vivas Llorens. J L, Soldado del reino de Dios





domingo, 16 de septiembre de 2012

Formación “Temas varios”- La Resurrección (VI)




Consecuencias de la resurrección de Jesús
Trascendencia (III) NUESTRA RESURRECCIÓN
Introducción
La doctrina espiritual sobre la resurrección de la carne afecta al meollo de la Fe, por ello, vamos a incluir una serie de aportaciones al respecto con la esperanza de clarificar posibles errores o desconocimientos sobre tema tan importante, empezando ya por aclarar que el término “carne” designa al hombre en su condición de debilidad y de mortalidad.
¿En resumen de qué estamos hablando?
-La resurrección de la carne significa que, después de la muerte, no habrá   solamente vida del alma inmortal, sino que también nuestros cuerpos mortales volverán a tener vida.           
Antecedentes
-La resurrección de los muertos fue revelada progresivamente por Dios a su Pueblo. La esperanza en la resurrección corporal de los muertos se impuso como una consecuencia intrínseca de la fe en un Dios creador del hombre todo entero: alma y cuerpo.
-Recomendamos leer la profecía de Ezequiel: Visión de los huesos secos -Ezq 37, 4-10-. Incluimos sólo un breve extracto:“Os cubriré de nervios, haré crecer sobre vosotros la carne, os echaré encima la piel y os infundiré el espíritu y viviréis, y sabréis que yo soy el Señor”.
El cómo
Cristo resucitó con su propio cuerpo: “Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo” -Lc 24, 39-; pero Él no volvió a una vida terrenal. Del mismo modo, en Él todos resucitarán con su propio cuerpo, que tienen ahora, pero este cuerpo será transfigurado en cuer­po de gloria, en cuerpo espiritual. Pero dirá alguno: ¿cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vuel­ven a la vida? -1ª Cor 15, 35…49- ¡Necio! Lo que tú siembras no germina si no muere. Y lo que tú siembras no es el cuerpo de la planta que va a brotar, sino un simple grano... se siembra corrupción, resucita incorrupción...; los muertos resucitarán incorruptibles. En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortali­dad. Este "cómo" sobrepasa nuestra imaginación y nuestro entendimiento; no es accesible más que en la fe.
El cuando
El último día, al fin del mundo. En efecto, la resurrección de los muertos está íntima­mente asociada a la parusía de Cristo.
Para “rellenar” cierta sensación de vacío que pudiera crear la espera hasta ese “último día”, quisiéramos considerar lo que ocurre mientras llega, es decir mientras permanecemos en esta vida. Hablamos de lo que nos atrevemos a denominar una “resurrección parcial” ya en este mundo, al pasar de las tinieblas a la luz, del pecado a la gracia, del egoísmo a la generosidad con los demás, de la violencia a la paz, de la esclavitud a la libertad etc ¿Cómo? Recibiendo a Jesucristo resucitado y aunándonos con Él, a través de su Palabra y de los sacramentos que ha instituido. “Si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justicia. –Rm 8, 10-
En cierto modo, nosotros ya hemos resucitado con Cristo. En efecto, por el Bautismo y gracias al Espíritu Santo, la vida cristiana en la tierra es, desde ahora, una participación en la muerte y en la resurrección de Cristo, teniendo en cuenta que Jesús liga la fe en la resurrección a la fe en su propia persona: Yo soy la resurrección y la vida”. –Jn 11, 25- .  
-Conviene ser consciente de que nuestra vida termina en la eternidad, nuestro tiempo es limitado, la eternidad dura siempre.
¿Quién resucitará? ¿Resucitaremos todos?
Todos los hombres que han muer­to. Habrá un juicio final, y los que hayan hecho el bien resucitarán para la vida, y los que hayan hecho el mal, para la condenación. -Jn 5,29-.
Consecuencias de la resurrección de la carne
Inmediatas
1.- Si ponemos los ojos en la resurrección de la carne, incluso soportaremos el dolor de otro modo. Así, la esperanza de la glorificación del cuerpo tendrá una eficacia insospechada.
2.- Por parecernos una postura frecuente, insistimos en lo dicho en el segundo apartado. “Espero la resurrección de la carne”, rezamos en el Credo de la Misa, pero apenas ejerce eficacia en nuestra vida cristiana. En la práctica parece que la descartemos; incluso “los buenos”, ponen su esperanza en el cielo como si sólo fuese el alma la que se salvará. Corregimos esa postura recordando que, junto a Jesucristo, la Virgen María ostenta las primicias de la resurrección de la carne, y teniendo presente que nuestros cuerpos mortales    -que a semejanza de Jesucristo sufren-, igualmente se revestirán después de su gloria.   
Futuras
La resurrección de la carne será el esplendor del estado glorioso, ya que, por ella, a nivel universal, la materia adquirirá un nuevo aspecto: las prerrogativas de Jesucristo resucitado y de la Virgen María -Asunta en cuerpo y alma a los cielos-, serán por gracia, propios de los hijos de Adán bienaventura­dos. Por eso San Juan -Ap 21-1-, nos habla de un cielo nuevo, ya que la resurrección de la carne implica también que brille en la materia el resplandor de Dios. También habla  San Juan  de una tierra nueva, porque el cuerpo humano vuelve a la madre tierra por la muerte -Adán procede del polvo del suelo-, y nuestra resurrección comportará la glorificación de la misma tierra por obra del Creador. Por tanto, el primer cielo y la primera tierra adquirirán un nuevo aspec­to, digamos celestial.
Un grave error extendido
-Por efectos de la filosofía del extremo Oriente, que se ha divulgado en otros países, se habla de la reencarnación afirmando que después de esta vida pasamos a otra vida, digamos material, con otro cuerpo que a la vez, puede tratarse de otro ser, incluso de un animal. Y esto, además, de forma repetitiva.
Esto es lo más opuesto a la verdad de la fe cristiana sobre la resurrección de la carne. Morimos una vez, para Dios; no para quedar reencarnados en otro ser, en otra personalidad, sino morimos para Dios. El cristiano -firme en su fe- ha de tener esta clarividencia, para discernir un error que se va divulgando en nuestros ambientes sociales.
La doctrina de la Iglesia al respecto es clara: La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. “Cuando ha tenido fin el único curso de nuestra vida terrena, ya no volveremos a otras vidas, terrenas" -Cat. Igle. Católica N. 1.013-. “Está establecido que los hombres mueran una sola vez” –Hb 9, 27-.
No hay “reencarnación” después de la muerte, habrá resurrección, que como hemos ido viendo en los capítulos anteriores se trata de algo completamente distinto.

¡¡ ÁNIMO !!
Lo tangible es la muerte corporal, es el fin de la existencia terrena de una persona; nosotros morimos como mueren las plantas, los animales…, en definitiva: cuando el complejo de la vida biológica se extingue. Pero tenemos una vida eterna, vamos más allá del tiempo y del espacio. ¿Cómo puede ser?
Porque somos hijos de Dios, si no lo fuéramos, no tendríamos vida eterna. Pero precisamente por eso, el espíritu se sobrepone a la materia, y estamos destinados a "pasar" por la muerte, como el agua pasa por distintos estados, hasta llegar a una concreta manera de presentarse. Así, nosotros comenzamos en vida temporal, para consumar nuestra existencia en vida eternal.
Consideremos que si es propio de un padre transferir la vida a sus hijos, atrevidamente se podría decir que Dios no sería Padre, si no pudiera darnos a nosotros la vida eterna que Él tiene, siendo Omnipotente y creador del Universo. Precisamente por ser Padre, quiere a sus hijos consigo, y les otorga una vida por encima de la terrenal, la eternal.
"En la muerte, Dios llama al hombre hacia sí. Por eso el mismo cristiano puede experimentar hacia la muerte un deseo semejante al de S. Pablo: “Deseo partir para estar con Cristo” -Flp. 1, 23-; Dios nos llama, y así debería morir el cristiano, respondiendo: "Vengo Señor, y vengo con gozo a ti, como un hijo a la casa del Padre."
Conclusión: Procedemos del Padre y retornamos a Él, con lo que la visión sobrenatural de la muerte desemboca en la vida eterna.

Serie: “Salmos extractados”
67  SALMO DEL REINO MESIANICO
Alégrense y exul­ten las gentes, pues Dios las dirige sobre la tierra juzgando con equidad a los pueblos. Que nos bendiga y las naciones conozcan la salvación.

Serie: “Flashes”
 “Y si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús también dará vida a vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros”. -Rm 8, 11-

Como oración personal
Jesús recorría todo anunciando el Evangelio del Reino. Vemos dos actitudes en sus oyentes: 1.- La capacidad de admiración.2.- La fuerza de la costumbre, que impide admirarse.
Pidamos la gracia de no “acostumbrarnos” al Evangelio pensando que ya lo conocemos todo. El “conocimiento” engríe, lo constructivo es el amor.-1ª Cor 8, 1-

Ref.- La Biblia. Catecismo de la Iglesia Católica. Mn. Eduardo Vivas Llorens. J L, Soldado del reino de Dios