BUSCANDO ALCANZAR LA PAZ INTERIOR (III)
Introducción
En los dos capítulos
anteriores tratamos de la Fe porque como dice San Agustín:” Si la fe falta, la oración
es imposible”. En cuanto a la Oración ya publicamos en su
momento 14 capítulos que pueden encontrarse en el blog principal y que
constituyen un “todo” sobre la oración. Sin embargo en este capítulo nos
referimos a lo ocurrido con la oración particular empleada de una manera especial
por la persona de nuestro equipo a cuya experiencia venimos refiriéndonos. Él
mismo nos lo cuenta:
“Habiéndome encontrado en una etapa de mi vida con unos
sufrimientos que me superaron y que me quitaron la paz e incluso el sueño -al
prolongarse-, llegué a un estado de agotamiento y confusión de tal magnitud que ni siquiera tenia claridad para saber pedir ni hacer
oración concreta; por ello, en mi angustia, grité desesperado al Señor
quien me ofreció su ayuda haciendo que, como primer
paso, encontrase una oración que a Él le
había dirigido san Agustín, cuando seguramente atravesaba una situación de
necesidad similar a la mía”.
La oración es esta:
¡Señor, sálvanos!
“Dios mío, mi
corazón es como un ancho mar siempre agitado por las tempestades: haz que encuentre en ti la paz y el
descanso. Tú has increpado a los vientos y a la mar para que se calmaran, y a
tu voz se han apaciguado;
ven a poner paz en las agitaciones de mi corazón, a fin de que todo en
mí sea sosiego y tranquilidad, para que pueda poseerte, a ti mi único bien, y pueda
contemplarte, dulce luz de mis ojos, sin turbación ni oscuridad. Oh Dios mío,
que mi alma, libre de los pensamientos tumultuosos de este mundo, se “esconda a la sombra
de tus alas”. Que
encuentre junto a
ti un lugar de refrigerio y de paz, y toda transportada de gozo pueda cantar: Ahora
puedo dormir y descansar en tu paz.
Que ella descanse,
te lo pido, Dios mío, que ella descanse del recuerdo de todo aquello que está debajo del cielo,
despierta sólo para ti, como está escrito: Yo duermo, pero mi
corazón vela. Mi
alma no puede gozar
de paz y seguridad, Dios mío, sí no es bajo la protección de tus alas. Que
ella permanezca, pues, eternamente en ti y sea abrasada con tu fuego. Que elevándose por encima
de sí misma, te contemple y cante gozosamente tus alabanzas. Que en medio de las turbaciones que me
agitan, tus dones sean mí dulce consolación, hasta que venga a ti, oh tú, la verdadera
paz”.
– San Agustín –
La primera
etapa de mi “resurgir” -de la segunda hablaremos en el próximo capítulo-,consistió
en comenzar a hacer esta oración; pero como me resultaba muy larga y perdía la
fuerza de la concreción que yo necesitaba, empecé a simplificarla, escogiendo
determinados pasajes que sí coincidían con mi necesidad, y con ellos me fui
dirigiendo repetida e insistentemente al Señor -al anochecer de bastantes días-, en varias
etapas: (1ª) “Dios mío: haz que encuentre en ti la paz y el
descanso”.
Cuando comencé a
notar cierta mejoría, insistí incorporando a ella esta (2ª): “ven a poner paz en las
agitaciones de mi corazón, a fin de que todo en mí sea sosiego y tranquilidad” . Así lo hice durante otros tantos días, y al ir
notando su efecto… añadí esta (3ª): “Que pueda cantar: Ahora puedo dormir y descansar en tu paz”.
Finalmente obtuve la liberación que me proporcionaba su ayuda: “poder dormir y
descansar en SU paz”. Así ocurrió y así se mantiene, hasta el
extremo de que he tenido que volver a utilizar el despertador para poder
atender a mis obligaciones matutinas.
Naturalmente,
esta experiencia ha hecho aumentar mi confianza en el poder de la oración, a la
vez que ha consolidado mi fe en el Señor. Por ello, propuse al equipo de
redacción que considerase la conveniencia de publicarla, en la creencia de que
aunque se trate de una experiencia personal pudiera ser de interés para otras
personas, ya que la vida nos enseña que ninguno estamos libres de “baches” como
este, del que puede salirse con tan buenos resultados.
Serie:
“Flashes”
Se reza como se vive. Por eso San Agustín, un hombre
apasionado, hizo de su oración un encuentro de amor, y por la
experiencia vivida y contada en este capítulo se puede decir que “creó escuela”,
válida totalmente para hoy día.
Serie:
“Salmos extractados”
91 SALMO DE LA ENTEREZA
Bajo
las alas protectoras de Dios tengo mi
fortaleza. Aunque caigan mil a un lado y diez mil al otro, a mí no me alcanzarán, pues Él
es mi escudo.
Ver la advertencia que ya hicimos para esta sección
en el Tema Dios, Capítulo (I)
Ref.- La
Biblia. MAGNIFICAT. J L. Soldado
del reino de Dios y Antonio López Herrera.